Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en dos partes, a continuación la Parte 1:
“Los hermanos sean unidos
Porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea.
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de afuera.”
Como pueden ver, el título de este artículo es parte de un poema perteneciente a Martín Fierro, el personaje que crea José Hernández.
Hernández describe las andanzas de este gaucho, en un primer libro publicado en 1872, llamado “El gaucho Martín Fierro” y compuesto de 13 capítulos (cantos).
Todos estos poemas tienen identidad propia y la sucesión de ellos va conformando el desarrollo de una historia gauchesca.
Y cada uno de estos poemas se denominan “sextinas” y la agrupación de varios de ellos se llaman “cantos” y vienen a constituirse en sus respectivos capítulos.
En cuanto a la descripción de su género literario encontré lo siguiente:
“Es un poema narrativo que relata las desventuras de un gaucho. El poema esta casi íntegramente escrito en sextinas; estrofas de seis versos octosilábicos con rimas asonantes y en ocasiones consonantes.”
Fuente de consulta:
http://www.buenastareas.com/ensayos/An%C3%A1lisis-De-Obra-Mart%C3%ADn-Fierro/2888370.html
El poema que da título a este artículo y que se transformó en el más conocido por todos, usado incluso como un dicho popular, forma parte de los cantos de la segunda parte del primer libro, denominado “La vuelta de Martín Fierro” y publicado en 1879 (7 años después del primero) y compuesto de 33 cantos.
Este poema a que hago referencia, se constituye en la sextina número 17, del canto número XXXII de dicho libro.
Nota al margen: No se olviden de las coincidencias que se presentan con los números, no sólo el “7” (respecto al capítulo donde encontré el mensaje y en la separación en el tiempo, entre la publicación del primero y del segundo libro de Hernández), sino también por el significado que ya en varios artículos hablé, como en este último párrafo, del número “17”.
Y respecto a los 33 cantos que conforman este segundo libro, cito una porción de uno de los versos que forman parte del canto número XXXIII:
“estos son treinta y tres cantos,
que es la mesma edá de Cristo.”
Esta coincidencia que Jóse Hernandez hizo notar, respecto a que la extensión de dichos capítulos totalizaran 33, ¿fue a propósito o resultó una simple casualidad?
Así es que “El gaucho Martín fierro”, traducido a más de 70 idiomas, se erigió en la obra Maestra de este autor y terminó siendo para los argentinos, la obra sublime por su reconocimiento, un clásico de la cultura argentina.
Sin pretender querer hacer ningún tipo de comparación entre las obras propiamente dichas (que corresponden a distintos géneros literarios), “El gaucho Martín fierro”, es para los argentinos por su valor e importancia, lo que para los españoles fue la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, con “Don Quijote de la Mancha”.
A continuación, les coloco un enlace donde podrán ver uno tras otro, los dos libros que cité de José Hernández:
http://www.portalalba.org/biblioteca/HERNANDEZ%20JOSE.%20Martin%20Fierro.pdf
Ahora ¿por qué traigo a colación esta novela gauchesca?, se preguntarán ustedes. Pues ahora les narraré el momento que influyó para ello:
Eran cerca de las 13 hs. del sábado 22 de agosto de 2015 y recién llegaba a mi casa después de haber publicado desde mi oficina, el artículo titulado “Nº 220 - La profecía de Nostradamus”.
En dicho artículo yo había expresado, respecto a la profecía que estaba analizando de Nostradamus:
“El primer verso cuando dice “el gran número séptimo”, no se refiere específicamente a un orden en el tiempo, sino al significado que tiene dicho número 7 en sí. Este número representa la perfección y durante esa “revuelta” (revolución) se inicia la Segunda venida de Cristo; que mayor perfección que esta.”
Es decir, en mi cabeza todavía rondaba el número “7” y su perfección.
Cuando llegué ese sábado a mi hogar, a los cinco minutos veo sobre un banco, un libro que mi hijo había dejado, el cual estaba leyendo para cumplir con una tarea que le habían encomendado en la escuela.
Dicho libro se titulaba “Martín Fierro” y pertenecía a Zurbaran Ediciones y en su interior se desarrollaban los dos libros de José Hernández “El gaucho Martín Fierro” y “La vuelta de Martín Fierro”. Al verlo y sabiendo lo que significaba para la literatura argentina, al mismo tiempo que lo vi, me pregunté:
¿Este libro no contendrá algún mensaje para mí?
Así fue que lo abrí y comencé a hojearlo sin detenerme en ninguna página en particular; pasé el primer libro y empecé a hojear la segunda parte (“La vuelta de Martín Fierro), hasta que llegué en la que contenía el inicio del capítulo VII (siete), con letras romanas bien grandes, como diciéndome “acá, acá está lo que estás buscando”.
A continuación les transcribo dicho capítulo compuesto de 14 sextinas:
VII
Aquel bravo compañero
En mis brazos espiró;
Hombre que tanto sirvió,
Varón que fue tan prudente,
Por humano y por valiente
En el desierto murió
Y yo, con mis propias manos,
Yo mesmo lo sepulté;
A Dios por su alma rogué
De dolor el pecho lleno,
Y humedeció aquel terreno
El llanto que redamé.
Cumplí con mi obligación;
No hay falta de que me acuse,
Ni deber de que se escuse,
Aunque de dolor sucumba:
Allá señala su tumba
Una cruz que yo le puse
Andaba de toldo en toldo
Y todo me fastidiaba;
El pesar me dominaba,
Y entregao al sentimiento
Se me hacía cada momento
Oir a Cruz que me llamaba.
Cual más, cual menos, los criollos
Saben lo que es amargura;
En mi triste desventura
No encontraba otro consuelo
Que ir a tirarme en el suelo,
Al lao de su sepultura.
Allí pasaba las horas
Sin haber naides conmigo
Teniendo a Dios por testigo,
Y mis pensamientos fijos
En mi mujer y mis hijos,
En mi pago y en mi amigo
Privado de tantos bienes
Y perdido en tierra ajena,
Parece que se encadena
El tiempo y que no pasara,
Como si el sol se parara
A contemplar tanta pena.
Sin saber qué hacer de mí
Y entregao a mi aflición,
Estando allí una ocasión,
Del lao que venía el viento
Oi unos tristes lamentos
Que llamaron mi atención
No son raros los quejidos
En los toldos del salvaje,
Pues aquél es vandalaje
Donde no se arregla nada
Sino a lanza y puñalada,
A bolazos y coraje.
No preciso juramento,
Deben creerle a Martín Fierro;
He visto en este destierro
A un salvaje que se irrita,
Degollar a una chinita
Y tirársela a los perros.
He presenciado martirios,
He visto muchas crueldades,
Crímenes y atrocidades
Que el cristiano no imagina,
Pues ni el indio ni la china
Sabe lo que son piedades.
Quise curiosiar los llantos
Que llegaban hasta mí;
Al punto me dirigí
Al lugar de ande venían:
!Me horroriza todavía
El cuadro que descubrí!.
Era una infeliz mujer
Que estaba de sangre llena,
Y como una madalena
Lloraba con toda gana;
Conocí que era cristiana
Y esto me dió mayor pena
Cauteloso me acerqué
A un indio que estaba al lao,
Porque el pampa es desconfiao
Siempre de todo cristiano,
Y vi que tenía en la mano
El rebenque ensangrentao.
Si bien a igual que mi hijo, durante la escuela tuve que estudiar también el Martín Fierro, después de más de 35 años, nunca había vuelto a tomar dicho libro entre mis manos (como lector soy un desastre).
Así es que al ponerme a leer dicho capítulo, no recordaba para nada, de dónde venía la historia, ni mucho menos cómo continuaba.
Por lo tanto al realizar su lectura, lo hacía con otra visión, a tal punto que una de las frases que leí y que se convirtió en lo que yo denomino como técnica de investigación, en “la punta del iceberg”, me permitió empezar a comprender el mensaje que este “canto” me trasmitía, leyéndolo de acuerdo con la simbología que yo estoy investigando.
Dicha frase era: “Oir a Cruz que me llamaba.”
Yo como buen bruto que no recordaba la historia de esta novela, pensé que Martín Fierro se estaba refiriendo literalmente a una Cruz, es decir, al llamado de Cristo; cuando en realidad en el poema, Cruz es el apellido del amigo de Martín Fierro, que fallece durante el transcurso del capítulo anterior.
Pero ya era tarde, aunque después también leí el capítulo anterior, la intuición ya había comenzado a guiarme para encontrar las respuestas que estaba buscando.
Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............
Apocalipsis, 1,3:
3- Feliz el que lea estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hagan caso de este mensaje, porque el tiempo está cerca.
A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.
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Desde “la playa de las arenas argentadas”, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.
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