Estoy sentado frente a la computadora y miro la pantalla en blanco, la misma me enceguece por el brillo después de mirarla varios minutos, sin saber con qué caracteres llenar esa página que tengo frente a mi.
Ello no me desanima porque ya me ha sucedido otras veces, pero me frena como a un auto que se queda sin combustible.
Hoy es el día, el último día de la semana, que me pongo como límite para escribir mis artículos semanales; sin embargo tengo la mente en blanco, no he tenido ninguna experiencia que me abra la mente, ninguna intuición que me indique el camino a seguir, ni siquiera un sueño o el ser despertado a medianoche por palabras que vienen a mi consciencia sin que las llame.
¿Por qué? ¿Por qué esos altibajos? Ya sé lo de la ley del péndulo (pasamos de un extremo positivo a uno negativo), sin embargo pareciera que últimamente esos períodos se repiten con mayor cercanía.
He pedido que me vengan ideas, pensamientos o frases que me guíen a mí siguiente paso, noche tras noche de esta última semana, pero nada, es como si me hubiesen desenchufado.
Repito, no estoy desanimado, no puedo estarlo después de mirar para atrás y ver lo que he descubierto (muchas veces con la ayuda de otros) y redescubierto (otros ya lo sabían antes que yo), después de más de dos años de estar investigando y escribiendo.
Cada día que avanzo aprendo mucho más, cada día que transcurre me respondo más interrogantes.
Pero me detuve, por un momento pero me detuve. No se me han cumplido otros deseos para poder estudiar, qué pasó por mi mente en las horas previas con “esos pensamientos negativos” que ocuparon mi cabeza; tampoco he recibido de algún lector ningún mail, brindándome información de otro autor que me sirviese en este momento.
Si bien ya he llenado casi una carilla (podré de todas formas escribir mi artículo), mi mente sigue en blanco y a los efectos, para ustedes, todavía no he dicho nada que les sirva, salvo que mostrar perseverancia en seguir con mi objetivo de escribir.
No voy a hablar de la perseverancia porque ya lo he hecho con anterioridad; entonces, ¿de qué voy a hablar?
Siempre digo que soy al mismo tiempo un estudiante y un investigador de la Ley de la Atracción; pues hoy son esos días que soy exclusivamente un estudiante.
Un estudiante que busca aprender, un estudiante que busca que aparezca ese Maestro que me ayude a dar el siguiente paso.
Hay muchísimos que aplican inconscientemente, pero con parcialidad, los conocimientos de la ley de la atracción (los millonarios por ejemplo), pero también hay (de los menos) los que saben conscientemente cómo hacerlo y no lo dan a conocer.
Y también hay otros que sin saber la “fórmula perfecta”, si están muchísimo más adelantados que yo en la investigación que estoy llevando a cabo.
¿A dónde quiero llegar con esto? Tal vez esa persona que más sabe pueda darme una mano; tal vez esto me sirva para mantener los pies sobre la tierra y no dejar que la soberbia se me suba a la cabeza, por los últimos artículos que he escrito; tal vez esto me sirva para demostrar que sólo soy un hombre y que como tal también necesito la ayuda de otros.
Tal vez esto sirva para profundizar mi humildad, mi perseverancia y por sobre todo, mi paciencia ante el camino que siempre está adelante, aunque no sepamos verlo.
Ya lo he demostrado por el último artículo, cada uno de nosotros somos el trono de Dios, Él está en nosotros cada día, a cada segundo; cada vez que nos movemos Él se mueve con nosotros. Entonces ¿Cómo vamos a desanimarnos?, cuando nos caemos Él se cae con nosotros, cuando nos levantamos Él también lo hace.
No estamos solos, aunque no tengamos a otro ser humano a nuestro lado, sólo tenemos que aprender a reconocer ello y ese será seguramente el punto de partida para que llegue todo lo demás.
Y aprovecho esta ocasión para agradecer a los que me han ayudado, a los que me están ayudando y a los que no lo saben, pero que me ayudarán en el futuro. A todos gracias, gracias y gracias.
A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.
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Desde Mar del Plata, Argentina, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.
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